Carta de un investigador a Francisco Camps, doctor cum laude

Francisco Camps presenta su tesis doctoral. Foto: elmundo.es

Querido Paco,

Te escribo para felicitarte por tu excelente disertación doctoral. El ingrato tribunal te concedió un sobresalitente cum laude. Te merecías un sobresaliente cum fellatio.

Yo también soy investigador. Después de trabajar durante 7 años en las universidades París y Cambridge, volví a Madrid el pasado diciembre. La escasa ambición intelectual que he encontrado, me hacía reconsiderar la decisión de desarrollar mi carrera en España. Pero tu éxito académico me devuelve la confianza en la calidad científica de nuestro país.

Me entusiasmó que defendieses tu tesis el 10 de Febrero, un día después de la condena del Supremo a Baltasar Garzón. El rojelío de este país ha vuelto a exhibir su histórica necedad. ¿Cómo pueden defender a un juez zopenco e infame frente a un adalid de la honradez y el intelecto? Paco, tienes que estar muy orgulloso. Garzón también persiguió a otros luceros de la Humanidad como Augusto Pinochet.

He leído con gran interés tu disertación titulada «Propuestas para la reforma del sistema electoral». Sugieres la creación de 350 distritos electorales uninomiales con elección directa. Paco, eres demasiado benévolo. Yo hubiese apostado por una circunscripción única. Una Grande y Libre circunscripción. ¿El vulgo quiere democracia? Ya pueden escoger a los expulsados de Gran Hermano: Democracia Real, y semanal. Además, cuando los valencianos han tenido la oportunidad de votar a sus líderes políticos, os han elegido, una y otra vez, a Rita y a ti. Por mayoría absoluta.

¡Comunistas ingratos! ¿Quién llevó la Formula 1 a Valencia? Unos días antes de dimitir como President, firmaste la ampliación del contrato hasta 2020 por 108 millones de euros. Sólo un sagaz lince de la negociación podía arrancarle semejante chollo a Bernie Ecclestone.

Ahora, los gafotas chupasubvenciones protestan por el cierre de 14 laboratorios en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. Debemos recordarles que semejante bazofia costaba 9 millones de euros anuales a la Generalitat valenciana. ¿Alimentaban a los ratoncillos con caviar de beluga?

La izquierda es pura contradicción: quiere sanidad pública y también investigación biomédica. Y digo yo, ¿qué futuro tendría la sanidad si erradicasemos el cáncer?

Eres doctor por la Universidad de Elche. ¿Quién era el consejero de educación de la Generalitat cuando se fundó esa institución? Tú, Paco. No permitas que manchen tu legado.

Respetando la exquisita tradición academica española, el tribunal de tesis estaba formado por profesionales independientes. Tu director de investigación, Vicente Garrido, es el presidente del Consejo Jurídico Consultivo de Valencia. Un cargo en el que tú le ratificaste antes de dimitir como President. Ahora, las víboras guerracivilistas berrean porque Garrido te eligió como miembro del Consejo el pasado septiembre. ¿Acaso no es justo que un profesor reconozca a un pupilo de tal calibre intelectual?

Comprendo que hayas decidido mantener tu escaño en el Parlament valenciano. Tu puesto en el Consejo Jurídico Consultivo apenas te asigna 60.000 euros anuales, coche oficial, despacho y dos asistentes. Eres, con toda seguridad, el investigador peor remunerado de nuestro país.

Te critican porque llevas 7 meses sin aparecer por tu escaño. ¿Pero cómo pretenden que escribieses tan magnífica tesis a los pocos meses de abandonar la presidencia valenciana? La mayoría de nosotros hemos necesitado 4 años de dedicación plena para completar un doctorado. Eres un titán del intelecto, Paco. No hagas caso a quienes protestan. Somos un país de envidiosos.

No me gustó que tuvieses que defender tu disertación en el edificio Tamarit de la Universidad de Elche. Algún orangután deficiente podría bromear con que el lugar donde te proclamaron doctor lleva el nombre del mayor ilusionista del mundo.

Paco, tenemos pendiente una noche de vicio y desenfreno por las sastrerías de Valencia. Para los trajes, yo visto una 46.

Un caluroso abrazo,

Dr. Alberto Sicilia.


Addendum [añadido el 15/Febrero]: Mis disculpas si he ofendido a algún estudiante o profesor de la Universidad de Elche. No era mi intención. El texto sólo pretendía denunciar, de forma sarcástica, que Camps se doctorase en una universidad en cuya fundación participó y con un director de investigación con quien existía un evidente conflicto de intereses. Perdonad si he molestado a alguien.

Nota: la segunda carta a Camps está aquí.

Corazones helados y tórridos encuentros

«Una ola de frío siberiano recorre Europa». Marx y Engels deberían asomar de sus tumbas para decapitar a todos los periodistas que fusilan el comienzo del Manifiesto Comunista para titular crónicas atiborradas de trivialidades vacías.

Me gotea saber que el señor Manuel rasca el hielo del parabrisas de su coche y que la abuela Paca lleva a los nietos a jugar con la nieve. Estoy aburrido de poesía chabacana sobre La Concha y el mar cubiertos por un blanco manto.

Propongo un titular alternativo: «Una ola de morralla insustancial recorre la prensa europea».

El temporal de esta semana debería haber servido para discutir en profundidad una herida que lacera nuestras sociedades: la situación de las personas sin hogar. En Europa occidental ya no se muere de hambre. Pero cada invierno, muchas personas perecen de frío en nuestras ciudades.

Creo que una forma de evaluar la decencia de una sociedad es estudiar cómo esa sociedad cuida de sus individuos más desfavorecidos. Nuestras sociedades tienen aún mucho que progresar.

El hambre, la enfermedad y la guerra forman el conjunto habitual de los enemigos de la vida. Se nos olvida, a menudo, añadir un elemento esencial: el frío.

La mayoría de nosotros vivimos en un lugar y un tiempo donde el frío es una experiencia anecdótica. Pero, desde la perspectiva de los cincuenta mil años de historia humana, la lucha contra el frío es una pieza básica para comprender a nuestra especie. Quienes nunca hemos tenido problema con el frío somos una insignificante proporción de las decenas de millones de hombres y mujeres que han existido.

La invención del fuego fue esencial no sólo para que el solomillo de mamut quedase más sabroso, sino, sobre todo, porque permitió que los hombres se acostasen cada noche sin temer no volver a despertar.

Comparado con el hambre y la sed, el frío es una experiencia más intensa, violenta y dolorosa. Podemos aguantar algunas semanas sin comer y varios días sin beber. Tratad de soportar una noche sin abrigo en un parque de Madrid.

Frío y calor son fuerzas tan primordiales que sus reflejos se han filtrado a la más humana de las creaciones: el lenguaje.

Nuestros sueños se rompen bajo jarros de agua fría. Sufrimos de recibimientos gélidos, ambientes frígidos, miradas glaciales y corazones helados.

Nos regocijamos en ardientes deseos, torridos encuentros y cálidos abrazos.

De Cambridge a Tahrir Square y vuelta

[Segunda entrega de la serie sobre la Revolución Egipcia. He cambiado los nombres de Sam y Juci.]

Aterrizé en El Cairo la tarde del 17 de Febrero, seis días después de la dimisión de Mubarak. Después de soportar 30 años de dictadura, los egipcios podrían haber aguantado unos días más y esperar a que yo llegase. Elemental cortesía de anfitrión.

Al final de cada avenida, dos tanques Abrams cerraban el tráfico, pero las terrazas estaban llenas de jóvenes fumando y bebiendo té. Los escaparates del Zara atraían más atención que la desmesurada parafenalia militar. Lo cotidiano se imponía sin reparos.

Algunos transeúntes se detenían para abrazar a los estudiantes que limpiaban las aceras. “He sido egipcio durante 24 años. Pero esta es la primera vez que me siento orgulloso de serlo. Ahora, estas calles nos pertenecen, y me siento responsable de ellas”. Por siglos, esta ciudad había sido propiedad de turcos, franceses, británicos, y tres dictadores militares.

Llegué frente al hotel, pero todas las luces estaban apagadas. Golpeé la puerta varias veces. Al abrirse, alguien se abalanzó en un abrazo. “¡Bienvenido! ¡Usted es nuestro primer huésped en tres semanas!” Mohammed, el dueño del hotel, me instaló en la mejor habitación aunque yo había reservado la más barata. “Sin ningún recargo, señor”.

El viernes 18 había sido bautizado como el “Día de la Victoria”. La jornada para celebrar el éxito de la revolución. Las veinte mil mezquitas del Cairo habían convocado un rezo común en Tahrir Square en recuerdo de quienes murieron durante el levantamiento. Me duché y baje a la terraza del hotel. Alguien más estaba desayunando.

Samuel había pasado la noche en un taxi, cruzando el Sinaí desde Tel Aviv. Venía a entrevistar a las familias judías que aún quedan en El Cairo. Hasta la guerra del 48, esta ciudad, como las otras metrópolis árabes, de Casablanca a Baghdad, había sido hogar de una vibrante comunidad hebrea. Hoy, apenas tres sinagogas siguen abiertas.

Hablamos de la celebración en Tahrir. “¿Vamos juntos?”, me preguntó. No resultaba demasiado atractiva la posibilidad de que me asociasen con un tal Samuel Cohen y sus dos videocámaras. “Sólo te falta la kippa, cabrón, para completar el pack”.

Pero yo también estaba solo.

Bajamos Kasr Al Nile, la avenida que llevaba de nuestro hotel a Tahrir Square. En los check points, Sam sólo mostraba su pasaporte americano. Cruzamos los dos primeros sin ningún problema. En el último, un soldado se puso nervioso: “¡America! ¡America! ¿Amigo de Israel?”  Y Sam: “Vengo de California. ¿Conoces California? ¡Allí odiamos a los judíos!”. Los soldados, que apenas tendrían veinte años, se miraron confundidos y nos dejaron pasar. Supongo que cuatro mil años de persecución te dan habilidades para sortear estas situaciones.

Cinco días después, volviendo a Tel Aviv, Sam no tendría tanta suerte y pasaría dos noches arrestado en una base militar egipcia.

Tahrir es una plaza de medidas descomunales, abierta sobre el Nilo por el flanco oeste, y rodeada de plomizos edifícios oficiales en las otras direcciones. Good Old Soviet Style. Pero esa mañana, era el escenario de la celebración más multitudinaria en la historia de Egipto.

Las miradas revelaban la intensidad de quien sabe que recordará esos momentos para siempre, la euforia de sentirse parte de una victoria colectiva. Pocas generaciones tienen el privilegio de vivir momentos tan singulares en la memoria de una nación.

Las conversaciones se repetían. “Mira de lo que somos capaces cuando trabajamos todos juntos”. “Si otros países se han desarrollado, porque nosotros no vamos a ser capaces de hacerlo?”. “Para mí ya es demasiado tarde, pero que los chicos tengan la oportunidad de una buena educación”. “Esto no tiene nada que ver con Israel ni con Irán. Lo único que queremos es un Egipto donde valga la pena vivir”. Las mismas frases en la boca del campesino, del chico que había estudiado en Europa o del taxista.

Días después, Hesham, uno de los organizadores de las protestas en la Universidad, me explicaría que El Cairo era un mosaico de colectivos que, en el mejor de los casos, se ignoraban. Por unos días, la chica con vaqueros y el imán de la mezquita, el vecino cristiano y el musulmán, habían caminado juntos, en la esperanza de levantar un futuro mejor.

Las protestas fueron un ejemplo de coraje y dignidad, pero la verdadera revolución empieza ahora. Tres semanas bastan para despachar a un dictador. Construir una nueva sociedad requiere décadas, seguramente generaciones.

Con veinte millones de habitantes, El Cairo es la ciudad más grande del mundo árabe, de África y de la esfera mediterránea. Los retos que quedan por delante son formidables. La corrupción es rampante a todos los niveles: en los hospitales, el médico decide el precio de la bolsa de sangre para una transfusión. El mercado negro representa gran parte de la economía. Sin contratos y sin impuestos, el estado se financia gracias al gas y las tasas del Canal de Suez. La religión ha vuelto a ocupar un papel desmedido en la vida social. Hace treinta años, casi ninguna chica en el Cairo vestía hijab. Hoy es casi imposible ver a una sin él. “Me gustaría ponerme una falda, pero sería una deshonra para mi padre y mi hermano” me decía Alyaa, una estudiante de doctorado. El setenta por ciento de los matrimonios es negociado por las familias. Treinta mil niños viven en las calles del Cairo, y varios cientos de miles empiezan a trabajar antes de completar la educación primaria. Universidades que un día fueron referencia en Oriente Medio son bazares donde se puede pagar por un diploma.

Pero nada puede cambiar sin esperanza. Y el aire del mediodía en Tahrir era puro aliento de confianza y determinación.

El rezo fue un momento sobrecogedor. A mi alrededor, gente postrada en todas las direcciones, tan lejos como alcanzaba la vista: en la plaza y las avenidas, sobre el puente y las riberas del Nilo. Cientos de miles de personas en silencio. Miré a Sam, y ví sus lágrimas. Yo tampoco había sido capaz de contenerlas.

Una explosión festiva siguió al “Allah Akbar” final. Canciones, abrazos y llantos. Imposible moverse entre la multitud, solo podías dejarte arrastrar en la riada humana.

Volví al hotel al atardecer. Me sentía eufórico. Una chica pelirroja fumaba en la terraza. Cuando me acerqué, descubrí que estaba llorando. Juci había llegado ese mediodía desde Budapest. Presentaba un programa de reportajes en la televisión húngara y venía a entrevistar a las familias de quienes murieron en las protestas.

Juci también había estado esa tarde en Tahrir. Mientras filmaba, unos chicos la rodearon  y empezaron a tocarla. Alguien se percató de lo que ocurría y logró arrancarla del tumulto.

Le dije que podía ayudarla a buscar un vuelo y acompañarla al aeropuerto. Me respondió, sollozando, que se quedaba hasta terminar su reportaje.

Entre cigarrillos y tazas de té, hablamos de sus viajes. En el último año, había filmado en Gaza, Afganistán y Etiopía, había atravesado Burma sin permiso del gobierno, y entrevistado a la oposición en Irán. Aprendí también que el pasaporte húngaro es un gran activo en zonas conflicto, “porque Hungría no le importa un pimiento a nadie”.

Recordé una cita de Horacio que un amigo me había mostrado unos días antes: “Mezcla un poqutio de locura con tu prudencia: es bueno estar un poco loco en el momento adecuado.”

Aquél era el instante preciso. “Juci, a mí nunca me ha rodeado un grupo de mujeres para aprovecharse de mi cuerpo, pero, sinceramente, yo lo hubiese disfrutado”. Juci se echó las manos a la boca, y me miró a los ojos: “Alberto, no me puedo creer que hayas dicho eso”.

Y le salió una de esas carcajadas que brotan de lo más profundo. La risa frente al dolor y el miedo. La complicidad frente a la soledad y el desamparo.

La noticia más importante

Itzhak Perlman

Repasando el texto que aún no he publicado sobre las revoluciones árabes, me detuve, dudoso, ante un adjetivo. Había escrito que la Primavera Árabe era el acontecimiento «más importante» de 2011. Los cambios en el norte de África han sido fabulosos, pero, ¿podía afirmar rigurosamente que no había ocurrido nada más destacado?

Decidí repasar los grandes acontecimientos del 2011. Bajo el cadáver de Bin Laden,  el culito de Pippa Middleton, y las almas de soles indignados, descubrí una gema magnífica:  durante 2011 no se produjo ningún caso de poliomielitis en la India. Hace unos días, la OMS confirmó que la polio ha sido erradicada del país que acumulaba la mayoría de casos.

La polio es una enfermedad terrible. Como la viruela, la peste o el cólera, sus epidemias han aplastado millones de vidas humanas. La polio presenta, además, singuralidades atroces. Puede bloquear el diafragma, provocando la muerte por asfixia. También atrofia las piernas, generando parálisis espantosas.

La polio ha sido documentada desde el Antiguo Egipto, en grabados de jóvenes con piernas atrofiadas y que caminan con la ayuda de bastones. En España, todavía hoy, miles de personas sufren discapacidad por la epidemia de los años 50. ¿Cuánto dolor y sufrimiento acumulados puede generar una enfermedad durante milenios?

Millones de seres humanos, de lugares y tiempos distantes, han sufrido tormentos y angustias, víctimas de un mal que nadie comprendía ni podía aliviar. En 1957, Albert Sabin desarrolló la vacuna oral que protege frente a la polio.

(Cuando algunos me dicen que el Progreso «no existe» o que la Ciencia «depende de la cultura en la que vivas», me dan ganas de inyectarles una buena dosis de poliovirus. Es una pena que, a todos ellos, sus padres les vacunasen al nacer. Por cierto, esos son los mismos argumentos que utilizan fanáticos religiosos y tradicionalistas tozudos para oponerse a las campañas de vacunación en África).

Intentando corregir un texto sobre la Primavera Árabe, descubrí, por casualidad, que la India había erradicado la polio. ¡Bum!

¿Porqué esta historia no ha sido, junto a las revueltas árabes o el terremoto de Japón, el gran evento de 2011? ¿Porqué sabía de la muerte de Bin Laden, de Mariano y del 15M, pero ignoraba el fin de la polio en India?

No me convencen las teorías conspiratorias del estilo «los poderosos no quieren que sepamos». El problema es nuestro: el director de un periódico publica, en primera aproximación, las noticias sobre las hacemos más «clicks». Y hacemos más «clicks» sobre la última rueda de prensa de Mourinho que sobre una epidemia en Niger.

¿Puede algo unir tanto a los hombres como la lucha contra la enfermedad? Los virus no distinguen entre cristianos, judíos o musulmanes. El dolor y la angustia tampoco. Las costumbres, lenguas y nacionalidades, son construcciones insignificantes frente al virus, la bacteria o el tumor.

Si se cumplen las previsiones de la OMS, el polivirus será erradicado en 2013. Después de miles de años de dolorosa coexistencia y millones de derrotas a precio de vida humana, habremos vencido a la polio.

Ojalá, ese día, sepamos distinguir la noticia más importante.

[He comenzado esta entrada con una foto de Itzhak Perlman, uno de los grandes violinistas del siglo XX. Perelman contrajo la polio con 4 años y perdió la movilidad de sus piernas. Consiguió sobrevivir y nos ha regalado interpretaciones inolvidables. Por ejemplo este «Aires Gitanos» de Pablo Sarasate. La enfermedad es universal. La música también.]

¿Es fácil construir una bomba atómica?

En respuesta al asesinato de Mostafa en Irán, algunos habéis preguntado por el desarrollo de las armas atómicas. En este post, discuto las complejidades de un programa nuclear y, en particular, del caso iraní.

Algunas consideraciones previas:
1) Soy doctor en física, pero no especialista en ingeniería nuclear.
2) La única información que poseo sobre el programa nuclear iraní es la publicada por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA).
3) Dada la limitada extensión del artículo, he omitido muchos detalles. Espero, sin embargo, haber capturado las ideas esenciales.
4) No intentéis construir una bomba atómica casera: podríamos petar todos.
5) La especie humana dará un considerable salto moral el día que renuncie al armamento atómico.

¿Es fácil diseñar una bomba atómica?

En Mayo de 1964, el Pentágono trató de responder a esta misma pregunta; propuso a tres jóvenes doctores en Física que diseñasen una bomba atómica. Los chicos no tenían experiencia en temas nucleares ni tampoco derecho a consultar ningún documento clasificado.

En Abril de 1967, los expertos nucleares del Ejército de EEUU certificaron que los muchachos habían logrado un diseño viable. Tres años de trabajo para un equipo de tres personas sin experiencia.  El «Nth country experiment» (así se llamaba este programa secreto ya desclasificado) partía de la hipotésis que, quien pretendiese la bomba, tendría acceso al uranio necesario.

Diseñar una bomba atómica es sencillo.

Entonces, ¿porqué tan pocos países han desarrollado armas nucleares?

Fundamentalmente, porque es muy difícil obtener uranio enriquecido.

El uranio que se extrae de una mina tiene una pureza inferior al 1%. Una central eléctrica necesita uranio enriquecido al 5%. Una bomba necesita uranio enriquecido al 90%.

Si la Naturaleza ofreciese uranio con una riqueza del 90%, el Homo Sapiens llevaría medio siglo en la lista de especies extinguidas. (Para mí, este es el único argumento que podría convencerme de la existencia de Dios. Apúnta, Ratzinger).

El enriquecimiento de uranio es una tarea extremadamente ardua. La teoría no es complicada, pero es un proceso muy lento y que requiere de inmensos recursos. El mercado internacional de uranio está extremadamente controlado por la AIEA y las agencias de inteligencia de las grandes potencias.

Varios régimenes han intentado, sin éxito, enriquecer uranio para una bomba; por ejemplo, la Alemania nazi, la Rumanía de Ceaucescu, Brasil y Argentina durante sus dictaduras militares o la Libia de Gadafi.

[Para los lectores más frikis. El uranio que se encuentra en la naturaleza es una mezcla de dos isótopos: Uranio-235 y Uranio-238. Sólo el U-235 es capaz de sostener una reacción nuclear en cadena. La «riqueza» del uranio es la fracción de U-235 frente al U-238. Decir que una muestra está enriquecida al «20%» significa que por cada 100 átomos de uranio, 20 son U-235 y 80 son U-238. Las famosas «centrifugadoras» sirven para separar los átomos U-235 de los U-238.]

El Dr. Strangelove, un especialista del diseño atómico.

¿Porqué es tan sencillo, para las grandes potencias, controlar el mercado de uranio?

Porque esconder una planta de enriquecimiento es muy complicado.

Una planta de enriquecimiento requiere mucho espacio (para alojar las centrifugadoras), abundante energía (estaciones subélectricas cercanas, etc.) y cuantioso personal (que permanezca calladito). Los avances en óptica convierten a las plantas de enriquecimiento en presas fáciles para los satélites espía. La exportación de centrifugadoras, y demás componentes de enriquecimiento, está muy vigilada.

Una vez tienes la bomba, ¿necesitas algo más para pegar «El Gran Chupinazo»?

Sí. Necesitas lanzar la bomba sobre tu enemigo.

Existen, basicamente, dos opciones:

1) Un avión bombardero capaz de atravesar las defensas anti-aéreas enemigas (así se lanzaron las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki).

2) Un misil que pueda cargar con la cabeza nuclear y alcance al territorio enemigo. Los misiles pueden lanzarse desde silos terrestres, pero la mayoría de sistemas de confrontación se basan en misiles nucleares lanzados desde submarinos. Los submarinos son más difíciles de detectar y pueden acercarse al enemigo.

Una tercera opción sería un «terrorista-suicida-nuclear». Una cabeza nuclear puede ser tan pequeña como una maleta y pesar 30 kg. Es imposible imaginar que alguien cruce el Atlántico con una bomba atómica, pero, por ejemplo, India y Pakistán comparten miles de kilómetros de frontera montañosa. Afortunadamente, hasta ahora, las armas nucleares han permanecido bajo el control de los estados que las desarrollaron.

Mochila para transportar una bomba nuclear W-54

¿Porqué algunos países poseen armas nucleares «legalmente» y otros no?

Por el llamado «Tratado de No-Proliferación Nuclear» (TNP).

El TNP establece que sólo 5 países tienen derecho a disponer de armas nucleares: EEUU, UK, Rusia, China y Francia.

Los demás países pueden desarrollar programas nucleares civiles si demuestran que no tienen intenciones militares (ahí entran en juego los famosos «inspectores»).

No tengo muy clara la base moral del TNP. ¿Porqué estos 5 tienen derecho y los demás no? Es interesante observar que los 5 con derecho a armas nucleares son precisamente los 5 miembros del Consejo de Seguridad con derecho a veto. Ahora que lo pienso, quizás lo hicieron por amor a la poesía: «Sólo cinco / y el arma nuclear / por el culo te hinco».

En defensa del TNP: es uno de los tratados internacionales con mayor consenso, con 190 países firmantes. El tratado de prohibición de las minas antipersonales, por ejemplo, tiene sólo 159 signatarios.

¿Qué países poseen armas nucleares «ilegalmente»?

India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.

Los tres primeros nunca firmaron el TNP, mientras que Corea del Norte se retiró en 2003.

Sudáfrica también desarrolló un arsenal nuclear en los años 70 (probablemente con la colaboración de Israel y, en particular, de su actual presidente Shimon Peres). El armamento nuclear sudafricano fue desmantelado en 1989.

¿Qué desventajas tiene la posesión de armas nucleares?

1) Un programa nuclear militar es muy costoso. Por eso, es profundamente irónico que algunos países hayan desarrollado armas atómicas mientras sus ciudadanos morían de hambre.

En 1965, Zulfikar Ali Bhutto, primer ministro de Pakistán (y padre de Benazir), declaraba: «Si la India construye la bomba, nosotros comeremos hierba y hojas por mil años, pasaremos hambre, pero también construiremos una». Bhutto cumplió todas sus promesas.

2) Si no formas parte de «los 5 magníficos», te arriesgas al aislamiento internacional (estilo Corea del Norte). Sudáfrica abandonó su programa nuclear por las presiones diplomáticas. En contraste, Israel, India y Pakistán han esquivado el TNP sin grandes consecuencias.

3) Puedes provocar la extinción del ser humano. ¿O es esto quizás una ventaja?

¿Y las ventajas de poseer armas nucleares?

1) Tus enemigos se lo piensan antes de rozarte un pelo. Las armas nucleares son, probablemente, la razón por la que nunca se produjo un conflicto directo entre los EEUU y la URSS. Se zumbaron en guerras «satélite» (Grecia, Corea, Vietnam, Afganistán, Angola, etc.), pero nunca llegaron a una guerra directa por miedo a la escalada nuclear.

El giro irónico del armamento atómico: sirve para destruir y también para evitar la destrucción.

2) Enciende el «orgullo» y la «unidad nacional», circunstancia que suele favorecer al régimen en el poder.

3) Puedes gritar «Neeeeeene, que estoy muuuu loco!» y todo el mundo se acojona. En el lenguaje de la diplomacia internacional, esta prebenda se conoce como «poder de negociación».

Osama Bin Laden se escondía en Pakistán y también hay numerosas evidencias de que la Agencia de Inteligencia Pakistaní ha protegido a grupos terroristas que han atentado contra personal americano en Afganistán. Sin embargo, desde 2002, los EEUU han entregado 20.000 millones de dólares en ayuda militar a Pakistán. Los americanos están, con razón, aterrados de que el ejercito pakistaní pierda el control sobre su arsenal nuclear.

[Este post ha salido mucho más largo de lo previsto. Dejamos la discusión sobre el caso iraní para el próximo episodio.]

¿Lo mejor de haber escrito este post? Poder terminarlo así, así, así:

Mostafa, un colega iraní asesinado por terroristas.

A las 8 de la mañana del miércoles, en plena hora punta de Teherán, Mostafa Roshan se dirigía a su trabajo, cuando un motorista adherió una bomba magnética a su coche. En la explosión fallecieron Mostafa, de 32 años, y su guardaespaldas. Mostafa era profesor universitario y supervisor en la planta de enriquecimiento nuclear de Natanz. Cuatro científicos iraníes han muerto en circunstancias similares desde enero de 2010.

Nadie se ha declarado responsable del asesinato. El régimen iraní tiene numerosos -y dispares- enemigos: la juventud urbana (cuya revuelta aplastó tras las elecciones presidenciales), los gobiernos suníes del Golfo (en particular Arabia Saudí) y grupos en el exilio como los Mujahedin Populares de Irán. Pero dada la sofisticación del ataque, el perfíl de la víctima y la semejanza a operaciones previas, la mayoría de expertos señalan al Mossad israelí. (TimeDer Spiegel, Foreign Policy, The Guardian, Le FigaroEli Lake, Dan Ephron).

El programa nuclear iraní genera preguntas importantes. ¿Busca Irán construir armas nucleares? ¿Tiene la capacidad de lograrlo? ¿Cuales serían las consecuencias para la región? El asesinato de científicos, ¿es efectivo para detener un programa nuclear? ¿Y moral? ¿Son preferibles estas medidas a embargos y sanciones económicas? Los físicos asesinados, ¿trabajaban en el desarrollo nuclear por voluntad propia o forzados por el régimen?

Estas cuestiones son muy interesantes, pero absolutamente irrelevantes para mi denuncia: la violación de la consistencia moral y del rigor linguístico por parte de gobiernos y medios de comunicación. Lo de «rigor linguistico» puede parecer una frivolidad, pero es imposible pensar con claridad sin un lenguaje preciso.

Hillary Clinton condenaba la muerte de Mostafa como «acto de violencia» y el Foreing Office británico se refería al «asesinato de civiles». (No he encontrado ningún comunicado oficial de la UE ni del Ministerio de Asuntos Exteriores).

Yo creo que hay una manera más rigurosa de expresarse: El asesinato de Mostafá es un acto de terrorismo internacional.

El Departamento de Estado americano define así «terrorismo internacional»:

El término «terrorismo internacional» significa terrorismo que involucra a ciudadanos o territorios de más de un país;
el término «terrorismo» significa violencia premeditada, politicamente motivada, y perpetrada contra no-combatientes por parte de grupos subnacionales o agentes clandestinos,
[…]
El término «no-combatiente» se interpreta como -además de civiles- personal militar (armado, no armado o en servicio)
que no esté desplegado en una zona de guerra o similar.

[La traducción y la negrita son mías, el original en la web del Departamento de Estado.]

Ni el NYT, ni Le Monde, ni Haaretz -tres periódicos que admiro- utilizan la palabra «terrorismo» para describir el asesinato de Mostafá. Le Monde dice «atentado», pero se guarda de acompañarlo con su adjetivo natural, el NYT habla de «ataque» y Haaretz de «muerte misteriosa». Imaginemos que, en un intervalo de dos años, cuatro cientifícos fuesen asesinados en Nueva York, Paris o Tel Aviv. ¿Se utilizaría el mismo lenguaje?

Me aborrece el relativismo: la teocracia iraní representa todo lo contrario a mis convicciones políticas. Me siento mucho más cercano del gobierno americano o británico que de los Ayatolás & Co. Pero semejante hipocresía nacionalista, provoca naúseas:

Todo nacionalista posee la curiosa capacidad de no ver parecidos entre hechos similares. Un Tory británico defenderá la autodeterminación en Europa y se opondrá a la autodeterminación en la India sin percibir ninguna inconsistencia. Las acciones se juzgan, buenas o malas, no por sus propios méritos, sino por quién las realiza. No hay ningún tipo de barbaridad -tortura, uso de rehenes, trabajos forzados, deportaciones masivas, prisión sin juicio, falsedades, asesinatos, bombardeo de civiles- que no pueda justificarse cuando son cometida por «los nuestros».

Notas sobre el nacionalismo«, George Orwell, 1945]

Regreso al Cairo un año después

Tuve la fortuna de vivir el 18 de Febrero de 2011 en la plaza Tahrir del Cairo. Mubarak había dimitido en la tarde del día 11, así que el 18 era el primer viernes que Egipto podía celebrar sin el dictador.

En Cambridge, yo había pasado varias semanas pegado al live-streaming de Al-Jazeera, embriagado por la sensación de ser testigo de tiempos históricos. Minutos después de que Omar Suleiman anunciara la renuncia de Mubarak, las televisiones de todo el mundo nos mostraron egipcios bailando, llorando y abrazándose. Surgió entonces la cuestión inevitable: ¿Alberto, porqué no lo estás viviendo en persona?

El aeropuerto del Cairo seguía abierto, no necesitaba visado y el trabajo me permitía tomar unas semanas libres sin previo aviso. Y sobre todo, era quizás la única oportunidad que la vida me brindaba para respirar una atmósfera semejante.

Trabajar para la Universidad de Cambridge concede sorprendentes ventajas, así que, apenas unas horas después de planear el viaje, ya tenía contactos fiables en Cairo. Y allí fui. Volví a visitar Cairo el pasado diciembre, y entonces conocí también a españoles fascinantes (y a un colombiano muy despierto).

En el año que ha transcurrido desde que comenzaron las revueltas en el mundo árabe, he intentado estudiar bastantes análisis y opiniones. En los próximos posts, me gustaría exponer las ideas que encuentro más estimulantes.

Cómo ésta es la primera entrada de la serie, permitidme comenzar presentando a dos personas que conocí aquel 18 de Febrero en la plaza Tahrir. Con todos ustedes, Ahmed y Rama, -sentados sobre un M1 Abrams-.

Ellos nunca se acordarán de mí. Fuí, por un instante, el tipo raro que les sacaba a lengua mientras tomaba una foto. Un instante después, había desaparecido de sus universos. Yo, cada vez que escucho hablar de Egipto, me acuerdo de estos dos mocosos.

Ahmed y Rama también me recuerdan algo que olvido con facilidad. Cuando discutimos sobre sistemas de gobierno, modelos económicos y estructuras sociales, tendemos a olvidar que lo único importante son los Ahmeds y las Ramas. Los grandes debates políticos son apasionantes y complejos, y por eso, repletos de juicios emocionales, dogmáticos, intolerantes, irracionales, románticos y alejados de la realidad.

Lo importante no es que el mundo demuestre que nosotros teníamos la razón.

Lo importante es que las decepciones y sufrimientos de Ahmed y Rama sean los inevitables en una vida humana, y no consecuencia de la estupidez de la sociedad en que vivieron.

Humor, inteligencia y ternura: Kurt Vonnegut, MM

Les ruego se levanten para recibir a Kurt Vonnegut, que será ordenado primer Marsupial Máximo en esta ceremonia.

Vonnegut es uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX, un maestro de la sátira y el humor negro. Pero, para ser proclamado ¡primer! Marsupial Máximo, todo esto no es suficiente. Ni es el sólo gran autor americano, ni el único maestro del humor.

Lo que hace a Vonnegut merecedor de nuestro primer MM es su capacidad para trenzar los tres elementos más valiosos de la condición humana: el humor, la inteligencia y la ternura. Tres cualidades y sus tres reflejos en la realidad: la risa, las ideas y las caricias. Los textos de Vonnegut son pañuelos tejidos con esos tres hilos, pañuelos para las lágrimas que acompañan las carcajadas y para las que viajan con la emoción.

Humor, inteligencia y ternura, son asuntos difíciles de combinar. El humor, incluso el mejor humor, suele apoyarse en lo anecdótico y huir de los territorios más sensibles y dolorosos. Lo tierno suele resultar poco sutil -de alguna manera, es inevitable ¿acaso hay algo menos sutil que el amor incondicional, cima de la ternura?- Lo inteligente, en su obligada búsqueda de la verdad, suele devolver enunciados frígidos y solemnes.

Vonnegut es a la literatura lo que Chaplin al cine. Payaso, crítico social y político, explorador de la naturaleza humana.

La mejor manera de conocer a Vonnegut es, por supuesto, leer sus libros. Pero como es domingo por la tarde, y las librerías no abren hasta mañana, os copio algunos pasajes que tengo subrayados. Siento no incluir las líneas más divertidas, pero soy incapaz de traducirlas sin provocar una hemorragia de ingenio. Varias lectoras de este blog son especialistas en filogía inglesa. La próxima vez, haré uso de vuestros servicios. Vuestros servicios profesionales, quiero decir. Me refiero a vuestros servicios linguísticos, claro está. Vaya, esto suena algo confuso, ¿no?

Con todos ustedes, Kurt Vonnegut, MM.

El secreto de la felicidad,

Quiero hablarles de mi tío Alex, que era el hermano de mi padre. […] Su principal queja sobre otros seres humanos era que no se dan cuenta de los momentos en los que eran felices. Cuando éramos niños y en verano bebíamos limonada bajo un manzano, el tío Alex interrumpía la conversación para decir, «Si esto no es maravilloso, ¿qué lo es entonces?». Lo mismo hago yo ahora, y mis hijos y  nietos. Y les solicito a ustedes que por favor se den cuenta cuando son felices, y exclamen o murmuren o piensen «Si esto no es maravilloso, ¿qué lo es entonces?».

En una entrevista, poco antes de morir,

Más de una vez me pregunté cuál es mi hogar. He llegado a la conclusión de que mi hogar es Indianápolis cuando tenía nueve años. Tenía un hermano, una hermana, un gato, un perro, una madre, un padre, tíos y tías. Y no hay manera de volver.

Su análisis de la sociedad contemporánea,

Demasiadas personas necesitan recibir el siguiente mensaje: «Siento y pienso igual que tú, me preocupan las mismas cosas que a tí. No estás solo».

Una virtud que Vonnegut echaba en falta,

Desearía que quienes se supone se quieren, dijesen cuando se pelean: «Por favor, un poquito menos de amor, y un poquito más de decencia».

La risa como arma de resistencia,

El humor puede ser muy noble. La risa es tan honorable como las lágrimas. Risas y lágrimas son, ambas, respuestas ante la frustración y el cansancio, a la futilidad de pensar y de seguir luchando. Personalmente, prefiero la risa, porque deja menos que limpiar y así puedo volver a pensar y a seguir luchando más rapidamente.

El nacionalismo, una creación de la estupidez humana,

– Odias América, ¿verdad?, me preguntó.
– Eso sería tan estúpido como amarla, dije. Quizás es un defecto en mi personalidad, pero no puedo pensar en términos de fronteras. Esas líneas imaginarias son tan irreales como las hadas y los duendes. No creo que puedan marcar el límite de nada importante para el alma humana. Vicio y virtud, placer y dolor ponen sus fronteras donde les apetece.

El amor, única patria real,

Sólo contaba una cosa: el territorio soberano de nuestra nación de dos. Y cuando esta nación dejó de existir, me convertí en lo que hoy soy, un apátrida.

El Humanismo,

No soy Cristiano, ni Judío ni Budista. Soy Humanista, lo que significa que trato de vivir con decencia, sin esperar ninguna recomenpensa ni castigo cuando muera. Mis ancestros alemanes se llamaban «Librepensadores», que viene a ser lo mismo. Mi tatarabuelo, Clemens Vonnegut escribió: «Si lo que dijo Jesus está bien, ¿qué más da que fuese, o no, hijo de Dios?».

La religión, la barbarie y el poder,

El mensaje más importante de cualquier crucifijo es, en mi opinión, cuán absolutamente crueles pueden ser los seres humanos cuando son guiados por una autoridad superior.

Los soldados, los civiles y el miedo,

Cuando era un joven recluta en España, solía preguntarme porqué los soldados hincaban su bayoneta en obras de arte, disparaban a la nariz de las estatuas o cagaban sobre los pianos más hermosos. Ahora lo entiendo: para enseñar a los civiles el más profundo respeto por los hombres en uniforme – el miedo incontrolable.

En «Happy Birthday, Wanda June«, el coronel Looseleaf Harper nos confiesa,

Las guerras serían mucho mejores si los soldados se dijesen de vez en cuando «Dios mío, no voy a hacerle eso al enemigo. Es demasiado».

Wanda June es una niña atropellada por un camión de helados el día de  su cumpleaños -el título de esta pieza de teatro es ligeramente irónico, ¿no os parece?-. Tras el accidente, la protagonista sube al cielo, donde conversa con Jesucristo, Adolf Hitler, Albert Einstein y Judas Iscariote, mientras estos juegan al parchís.

Hitler aparece en varias de las novelas de Vonnegut. En «God Bless You, Dr. Kevorkian«, un periodista sube al cielo para entrevistarlo,

En este viaje tuve la suerte de entrevistar a Adolf Hitler. Me gratificó saber que siente remordimientos por sus acciones, que seguramente, tienen algo que ver con la muerte de 35 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial. […] Hitler desea que se levante un pequeño monumento en su memoria en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Debería inscribirse, él dice, su nombre y las fechas 1889-1945. Debajo debería ir una corta frase en alemán, “Entschuldigen Sie”, que traducido, viene a decir «Disculpen».

En su siguiente visita celestial, el periodista se encuentra con Shakespeare,

En mi último viaje, intenté entrevistar a William Shakespeare, pero sólo me dijo que el dialecto que yo hablaba era el inglés más repugnante que jamás había escuchado.

En la introducción a «Mother Night» (sólo las introducciones de Rabelais me fascinan tanto como las de Vonnegut),

Esta es la única de mis novelas cuya moraleja conozco. No digo que la moraleja sea ingeniosa, simplemente que la conozco: somos lo que pretendemos ser, así que, mejor ser cuidadoso con lo que uno pretende ser. […] Ahora que lo pienso, hay otra moraleja: cuando estás muerto, estás muerto. Y se me ocurre una tercera: haz el amor cuando puedas. Es bueno.

El misterio del teatro, ilustrado al presentarnos uno de sus personajes,

Decir que era escritor, quiere decir que las demandas del arte eran suficientes para hacerle mentir sin ver ningún daño en ello. Decir que era dramaturgo es ofrecer al lector una advertencia más severa, pues nadie es mejor mentiroso que un hombre que ha moldeado vidas y emociones en algo tan grotescamente artificial como un escenario.

Para terminar, os confieso un secreto: un pasaje de Vonnegrut me empujó a comenzar este blog,

Practicar un arte, y no importa lo malo que seas, es una manera de hacer crecer tu alma. Canta en la ducha. Baila la música de la radio. Cuenta un chiste. Escribe un poema a una amiga. Hazlo tan bien como seas capaz. Obtendrás una enorme recompensa: habrás creado algo.