El desalojo de Sol y la mayor humillación de mi vida

(Nota: también podéis leer esta crónica en Periodismo Humano)

Ayer caminé hacia la Puerta del Sol lleno de ilusión. Era mi primer 15M y, además, mi buen amigo Alberto Senante me había propuesto que le echase una mano con su retransmisión de las concentraciones para Periodismo Humano. Después de una tarde muy hermosa, acabé humillado por un inspector jefe del cuerpo de antidisturbios.

Antes de relataros mi experiencia, permitidme compartir dos reflexiones personales:

1) Creo que la policía es necesaria. Ojalá viviésemos en un mundo sin violencia. Pero, por ejemplo, cada año en nuestro país cientos de mujeres mueren asesinadas por sus maridos. Viajando por algunos países de África y Ámerica Latina comprendí lo terrible que es vivir en lugares donde no puedes salir a la calle tras la puesta de sol. Peor aún: allá donde las fuerzas de seguridad públicas no cumplen su función, las personas adineradas pagan su seguridad privada, mientras el resto de ciudadanos quedan indefensos ante la violencia.

2) En mi opinión, el gobierno debería sentirse muy satisfecho de que la desesperación generada por la crisis se canalice en un movimiento como el 15M, mayoritariamente pacífico. Basta recordar episodios pasados de sufrimiento social (cierre de astilleros en Galicia o de explotaciones mineras en Asturias) para comprender que cuando manda la desesperanza, la violencia estalla. En el pasado, los ingredientes habituales de una protesta eran las barricadas de neumáticos ardiendo y los cócteles molotov. El símbolo 15M son las tiendas de campaña.

Hacia las 4:50 de la mañana, mi amigo Senante y yo estábamos despidiéndonos. Todo en la plaza parecía tranquilo y habíamos decidido regresar a casa. Nos felicitamos por el trabajo hecho y por la suerte de haber conocido a Javier Bauluz, el premio Pulitzer de fotografía.

En apenas unos segundos, todo cambió. Unas 30 furgonetas de antidisturbios entraron en la plaza y comenzaron a desalojarla.

La delegación de gobierno había anunciado que la concentración sólo estaba autorizada hasta las 22h. Yo no comprendo demasiado esa decisión: ¿acaso no se permiten concentraciones nocturnas durante la Semana Santa o para celebrar títulos deportivos? Además, en la plaza no había ningún problema: la mayoría de los presentes estaban reunidos en asamblea, mientras otros recogían las basuras. El tráfico de autobuses y taxis circulaba con normalidad. Pero, en cualquier caso, la decisión policial de intervenir estaba dentro de lo establecido por la ley.

En cuestión de minutos, yo me encontré en la calle Carretas, donde había sido empujado junto a otras 50 personas. Los antidisturbios nos cerraban el retorno a la plaza y nos ordenaron seguir subiendo Carretas. No ocurrió ningún incidente violento -al menos que yo presenciase-. Cuando alcanzamos la mitad de la calle, comenzamos a preguntarnos: ¿pero hasta dónde nos van a llevar? Estábamos ya a más de 100 metros de la plaza, pero los antidisturbios que nos seguían gritaron que había que continuar caminando. La calle Carretas desemboca en la plaza Jacinto Benavente. Llegados a ese punto, estábamos convencidos de que los antidisturbios pararían. Pero, para nuestra sorpresa, otras dos calles (Bolsa y Cruz) ya estaban bloqueadas por coches patrulla.

Acabamos arrinconados en una acera de apenas metro y medio de anchura. La fotografía al comienzo de esta entrada retrata ese momento. Quien quisiese irse, era invitado a salir por la calle Atocha o bajar hacia Tirso de Molina.

Me acerqué al inspector jefe que comandaba el grupo y le expliqué que yo no pensaba moverme, y que iba tomar fotos para el reportaje de Senante. Acataría sus órdenes, pero no retrocedería un metro más alla de lo establecido. Tampoco entré en ninguna discusión con los polícias, pues comprendo que para ellos no debe ser nada agradable hacer su trabajo entre insultos y desprecios. Al fin y al cabo, cumplen órdenes del político de turno.

Mientras tomaba la tercera o cuarta foto, uno de los antidisturbios se aproximó a mí: «a ver tú, el calladito listillo, enseñame tu documentación». Le dí mi pasaporte y mientras él lo revisaba, otro de los policías sacó una libreta y empezó a interrogarme. Constesté a sus preguntas y, al terminar, le pedí que me facilitase su número de identificación policial. Los polícias llevaban el número en el uniforme, pero sin gafas, yo no alcanzaba a leerlo. Entonces, el inspector jefe se acercó y dijo que ninguno de sus hombres me iba a facilitar su identificación. Le respondí que estaban obligados por ley. El inspector jefe replicó: «yo te doy el mío, pero ordeno a todos mis hombres que no lo hagan». En efecto, los demás se negaron argumentando que obedecían órdenes directas.

Y, a partir de ese momento, comenzó la humillación. El inspector jefe sacó todo su repertorio: «¿tú eres mileurista o estás en paro? Pues prepara 2000 euros que te voy a meter un buen puro ¡Jajajaja!». «¿Has venido con los perroflautas por el rollo ese de la solidaridad, ¿a que sí?», «se te ve en la cara que no tienes ni puta idea de nada», «¿prefieres que hablemos de fútbol?», «mira que tú calladito ya parecías tonto, pero has abierto la boca y resulta que eres retrasado mental». Me mantuve en silencio, tratando de grabar en mi memoria cada uno de sus piropos.

Después de trabajar 7 años como investigador fuera de España, regresé porque quería aportar mi granito de arena en construir una sociedad mejor. Sabía que no volvía al País de las Maravillas, pero creí que había cosas que ya no sucedían.

Mirando el asunto desde otra perspectiva, supongo que puedo considerarme afortunado: si hubiese nacido en Siria o en la España de hace 40 años, en vez de insultos, ese polícia me habría molido a palos.

Durante los cuarenta minutos que permanecí frente a la línea de antidisturbios, me sentí bastante calmado y no me resultó dificil guardar la compostura. Pero cuando llegué a casa y me tumbé en la cama, rompí a llorar.

Hay palos que hieren la carne. Otros, lastiman el alma.

Alberto Sicilia.

Tatuajes científicos: muy friki y muy sexy

En el año 2007, Carl Zimmer, uno de los pioneros de los blogs científicos, lanzó una pregunta a sus lectores: ¿conocían algún investigador que llevase tatuajes relacionados con su trabajo?

La respuesta fue tan apabullante que Zimmer acabó publicando el libro «Science Ink: Tattoos of the Science Obsessed», que recoge fotografías de los tatuajes acompañados por textos sobre las teorías científicas que representan.

La relación fundamental en mecánica cuántica: ecuación de Schröedinger.

Jeroglífico egipcio que representa la palabra «cerebro».

Einstein vs. Newton: relatividad vs. mecánica clásica.

La estructura del ADN.

El circuíto más básico de cualquier ordenador: un sumador binario.

El átomo de uranio con sus 92 electrones.

Los axiomas de Zermelo-Fraenkel en teoría de conjuntos.

Ay omá que rico y también, una medusa.

 El glucolípido-A, componente central de la membrana celular.

«Eppur si mouve» («y sin embargo se mueve»), las famosas palabras de Galileo Galilei frente al Tribunal de la Inquisición, que le juzgaba por sostener que la Tierra no era el centro del Universo.

El conjunto de Mandelbrot, la teoría de la gravitación de Newton y la segunda ley de la Termodinámica.

Este lo tenéis que adivinar. Una pista: es el tatuaje más repetido en la historia de la Humanidad.

(Respuesta aquí).

Por cierto, si en el próximo examen descubro a algún alumno tatuado, ¿debería considerarlo chuleta?

Marsupiales, les propongo un reto: tenemos q encontrar los tatuajes científicos de nuestro país. Inspeccionen nuca, hombros, antebrazos y tobillos de sus compañeros de trabajo. Las fotos que van llegando las añado en este álbum de Facebook.

Zapatero, Rajoy, Relatividad y Mecánica Cuántica

En las primeras décadas del siglo XX, una generación de físicos transformó nuestra concepción del universo con el descubrimiento de la relatividad y la mecánica cuántica.

En los albores del siglo XXI, Jose Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, dos portentos intelectuales y presidentes del gobierno de España, revolucionaron la historia política de Occidente. Los paradigmas teóricos introducidos por Zapatero y Rajoy fueron bautizados como «política relativista» y «política cuántica» debido a las insólitas semejanzas con sus análogos físicos.

La relatividad de Einstein reposa sobre una constante fundamental: la velocidad de la luz, «c». Ningún objeto en el universo puede viajar más rápido que la luz. La relatividad de Zapatero introduce una nueva velocidad absoluta, representada por dos letras mayúsculas, «ZP». Ninguna forma de gobierno en todo el universo puede destruir más empleos por segundo que ZP.

La dilatación del espacio-tiempo corresponde a la dilatación del déficit en la teoría de Zapatero. Un presidente que viaja a la velocidad mental ZP puede asegurar, antes de marcharse, que el deficit de 2011 era de un 6%. En cualquier otro sistema de referencia, ese déficit mide un 8.5%.

Zapatero inventó también la célebre relación de equivalencia E = m (ZP)2, donde «E» es la tasa de desEmpleo y «m» la masa de Angela Merkel. El paro debe medirse, por lo tanto, en «kilogramos de desempleado/segundo». Rogamos al Instituto Nacional de Estadística que rectifique y utilice estas unidades en sus próximos estudios sobre el mercado laboral español.

Einstein nos enseñó que la percepción del espacio y el tiempo depende del estado de movimiento del observador. Con Zapatero aprendimos que la percepción de la realidad depende del ingenio del gobernante. Sólo un Zapatero atravesando el espacio-tiempo hacia la peor depresión económica en 80 años, puede declarar: «en la próxima legislatura lograremos el pleno empleo» (julio de 2007), «la crisis de EEUU no afectará a España en absoluto» (septiembre de 2007), «la crisis es una falacia, puro catastrofismo» (enero de 2008), «España no está en crisis porque tiene sólidos fundamentos» (febrero de 2008) y «es probable que lo peor de la crisis económica haya pasado ya» (abril de 2009).

Mariano Rajoy generalizó la mecánica cuántica hasta convertirla en un arte de gobierno. Como explicó Louis de Broglie, todo cuerpo en el universo puede comportarse como onda y como partícula (tambien llamada «cuantum»). Por ejemplo, el fotón es el cuantum asociado a la radiación electromagnética. Rajoy demostró que un presidente también tiene su propio cuantum: en su caso, el «cuantum-recortum».

El sueño de cualquier físico consiste en descubrir la teoría que engloba a la mecánica cuántica y a la fuerza gravitatoria. La hipótesis mejor posicionada para lograr la unificación era conocida como «teoría de cuerdas». Rajoy fue más allá, desarrollando la «teoría de sogas», que logra asfixiar la inversión en ciencia y la ayuda al tercer mundo en un mismo decreto-ley.

Rajoy también superó el «principio de incertidumbre de Heisenberg» con el «principio de certidumbre de Mariano». Un gobierno presidido por Rajoy contiene la certidumbre de incumplir todos sus compromisos electorales. En apenas cuatro meses, Mariano Rajoy ha violado sus tres grandes promesas: «no subiré los impuestos», «no abarataré el despido laboral» y «no tocaré ni la educación ni la sanidad».

Mi formación como físico teórico me impulsa a sugerir a mis colegas del CERN el siguiente experimento: introduzcamos a Zapatero y Rajoy en el Gran Acelerador de Hadrones (que sería rebautizado como «Gran Acelerador de Ladrones») y lanzémoslos uno contra otro. Mis cálculos predicen que la colisión creará un agujero negro de estupidez tan intenso que engullirá el universo.

Ojalá las civilizaciones que surjan de futuros Big Bangs demuestren más sensatez eligiendo a sus líderes.

Morir en un abrazo

Fotografía: Dominic Bracco.

Observad esta fotografía con atención.

Es de noche en Ciudad Juárez. Dos jóvenes se abrazan en un coche. Ella está embarazada y va a dar a luz en unas pocas semanas.

Están muertos.

El asesino disparó desde el costado izquierdo del coche. Una sola bala atravesó sus cabezas.

¿El sicario aprovechó la distracción para cometer el crimen? ¿O se abrazaron al saber que su final había llegado?

La vida de cualquier ser humano contiene dos certezas: que estamos vivos y que vamos a morir. Ojalá tarde mucho en alcanzarnos, pero la bala que terminará con nuestras vidas ya ha sido disparada.

Los abrazos y caricias que gocemos mientras tanto es lo único que importa.

Recopilación de chistes malos

Españoles,

Ante la crítica situación económica que atenaza a la Nación, nos vemos obligados a declarar el estado de emergencia marsupial.

Tras una honda, severa y tenaz reflexión, hemos hallado la solución para aliviar el sufrimiento patrio. En la próxima cumbre europea, Mariano Rajoy será sustituído por Karlos Arguiñano, cuya misión consistirá en contar unos chistes a la tía Angela. Semejante exhibición de donaire, garbo y simpatía, provocará la flexión refleja de los músculos cigomáticos de la canciller, que descubrirá, por primera vez, esa respuesta biológica llamada risa. En recompensa a tamaña gesta, la tigresa de Hamburgo aflojará los grilletes que asfíxian nuestra economía.

Para preparar este transcental encuentro, hemos comenzado a recopilar los mejores chistes malos del repertorio castellano. Pero semejante tarea necesita de su colaboración: les rogamos que, en los comentarios a esta entrada, nos dejen su chiste malo favorito. ¡La Nación les llama, compatriotas!

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– Camarero, este plátano está blando.
– Pues dígale que se calle.

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‎- Hola, soy español, ¿a qué quieres que te gane?
– A Eurovisión.
– ¡Qué hijoputa!

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– ¿Cómo se dice en congoleño: «Podríamos cenar unas setas»?
– Hongo propongo.

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– Buenos días, me gustaría alquilar Batman Forever.
– No es posible, tiene que devolverla tomorrow.

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– Un gintonic, por favor.
– ¿Le pongo pepino, caballero?
– Desde el primer día que la ví, señorita.

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– La puta de tu ex novia me ve y ni me saluda.
– Hemos vuelto.
– Vaya tela lo de Contador, ¿eh?

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– Doctor, mi marido ha tenido una hemiplejia, ¿qué hago?
– Mírelo por el lado bueno.

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‎- Entonces, doctor, ¿con este condón de lana se curará mi impotencia?
– No, pero le sudará la polla.

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– ¿Porqué ponen agua caliente en los partos?
– Porque si el niño nace muerto se puede hacer caldito.

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– ¿Qué es lo peor de bañarse en una piscina llena de cadáveres humanos?
– Disimular la ereccion al salir.

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‎- Doctor, ¡me han salido 5 pollas!
– Joder y ¿cómo le sientan los calzoncillos?
– Como un guante.

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– ¡Mi amor, tengo un retraso!
– No te preocupes tontita, siempre lo he sabido y te quiero igual.

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‎- ¿El capitán?
– Por babor.
– Por babor, ¿el capitán?

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– Mamá, ¿cómo es que tu eres blanca, papá es negro y yo soy amarillo?
– Hijo mío, si supieras la orgía que hubo aquel día… agradece que no ladras.

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– Papá, ¿porqué sólo nado en círculos?
– Cállate o te corto el otro brazo.

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– Mamá, mamá, ¿porqué corre el abuelo?
– Calla, niño, y pásame otro cartucho.

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– ¿Y tú aguantas mucho follando?
– Pues hombre, yo aguanto más sin follar.

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– ¿Qué se ve desde el edificio más alto de Toronto?
– Toronto to’, Toronto to’ entero.

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– Y dígame, ¿desde cuándo tiene usted esa obsesión de que es un perro?
– Desde cachorro, doctor.

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Un hombre va a un entierro y le dice a la viuda:
– Lo siento.
La viuda responde:
– Ya es igual, déjelo tumbado.

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– Se abre el telón y aparece un gitano entrando a un establo. Se cierra el telón.
– ¿Cómo se llama la película?
– El hombre que sus robaba los caballos.

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¡No olviden colaborar con su chiste malo favorito!

¡Viva España! ¡Y viva el conejo de la Loles!

Los beneficios de mi fracaso

Partí de Madrid hace 7 años para estudiar un Erasmus de unos meses en París. No hablaba ni una palabra de francés y tenía muchas dudas sobre mi talento como físico. Lo que ocurrió después, superó salvajemente mi sueños más hermosos: completar un doctorado en física teórica, ser invitado a universidades estadounidenses, viajar por Sudamérica, África y la India. Trabajar como actor en compañías de teatro francesas y británicas, escalar el Mont Blanc, ser fichado por la Universidad de Cambridge y, sobre todo, gozar de amistades que valen más que los rubís.

Pero durante mi último año en Cambridge,  la que pensaba era la mujer de mi vida, me dejó. Los sueños por los que tanto había luchado, se evaporaban delante de mis ojos.

Volver a Madrid, y estar sin ella, era un doloroso fracaso.

Pasé unas semanas muy duras. Pero, de a poquito, la luz volvió a colarse entre las grietas del desaliento. Unos pocos meses después, me siento mejor que nunca.

El fracaso ha sido la oportunidad más hermosa que la vida me ha regalado.

Cuando las cosas salían como yo deseaba, era muy complicado distinguir mis errores. Tras los triunfos, celebraba mis virtudes y alababa mi suerte. El fracaso me ha enfrentado con honestidad a mis sombras, carencias y defectos.

Cuando todo iba bien, era muy tentador acomodarme y dejar que la marea me arrastrase. El fracaso me ha empujado a desafiar mis límites.

El fracaso me ha recordado que hay cosas en la vida que no podemos controlar. Pero también, que hay dos cualidades que son mi absoluta responsabilidad: mi actitud y mis acciones.

El fracaso me ha liberado de lo que no es esencial. Estoy vivo. Tantas angustias y miedos por el futuro no valen la pena.

Y, por encima de todo lo demás, el fracaso me ha permitido disfrutar del amor de las personas me quieren. Gente por la que daría mi vida.

Tras semanas de dolor, decidí embarcarme en el desafío más hermoso que he afrontado: construir el mejor Alberto del que fuese capaz.

Decidí trabajar en mi fuerza de voluntad, en mi disciplina, en mi ternura, en mi alegría. Muy despacito y sin compararme con nadie. La única medida de mi progreso es el Alberto del día anterior.

El objetivo es llegar a la cama cada noche siendo un poquito mejor que la persona que salió por la mañana. Ser capaz de responder con honestidad a estas preguntas: ¿he afrontado mis miedos o he puesto excusas para no hacerlo? ¿he dicho todo lo que pensaba? ¿he trabajado tan duro como podía? ¿he vivido profundamente? ¿he empujado mis límites un pasito más allá? ¿he ayudado a que sean un poquito más felices las personas que quiero? ¿les he recordado mi amor?

En esta jornada he descubierto algo que no había alcanzado ni haciendo un doctorado ni viajando por medio mundo: la seguridad de que afrontaré los bofetones de la vida con serenidad e inteligencia.

He dudado si publicar, o no, esta entrada. Mi vida es mucho menos interesante que las anécdotas de Orson Wells y Winston Churchill. Pero cuando yo estaba mal, me ayudó muchísimo el ver cómo personas que habían sufrido derrotas infinitamente más dolorosas que la mía, se levantaban y continuaban su camino alumbrando ternura y pasión.

Si alguno de los que leéis el blog estáis pasando un momento difícil, si vuestros sueños acaban de romperse, sólo puedo deciros que yo también fracasé. Yo también lloré. Yo también creí que se me había escapado lo mejor de mi vida. No podía estar más equivocado. El fracaso es la oportunidad más hermosa que la vida me ha regalado.

Paciencia. Fuerza. Alegría.

Cuando Orson Welles se cruzó con Winston Churchill

Cuando se cruzan los caminos de dos gigantes, las centellas del ingenio humano lo celebran.

Una de mis anécdotas favoritas:

En Septiembre de 1946, un joven Orson Wells estaba en Venecia, buscando financiación para rodar «La dama de Sanghai».

Una noche, al terminar una cena con un magnate ruso, se cruzaron con Winston Churchill y su mujer, que estaban sentados en una mesa del mismo hotel. Al ver a Welles, Churchill le saludó con la cabeza.

El ruso quedó petrificado ante el gesto: Winston Churchill, el líder mundial más admirado, el mito de la guerra que acababa de concluir, reconocía al joven realizador. El magnate ruso decidió inmediatamente ofrecer a Welles todo el dinero que necesitase.

A la mañana siguiente, Welles vió a Churchill nadando en la playa y se acercó para explicarle lo ocurrido: su silencioso saludo había resultado más valioso que semanas de negociaciones.

Ese mediodía, Welles y el ruso volvieron a almorzar en el hotel.

Esta vez, el hombre que lideró a Europa frente a los nazis, posó los cubiertos, se levantó y le hizo una reverencia a Orson Welles.

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Jodido Winston, sus churchilladas son casi tan buenas como mis siciliadas. El único problema es que le gustaba demasiado el humor negro: preguntadle al pobre Adolf. Y a los 25.000 muertos de Dresden.

Aquí está Orson Wells recordando este momento y otra anécdota deliciosa con Churchill: durante una representación de Othello, Orson Wells había escuchado un murmullo contínuo que provenía de la primera fila de butacas. Una vez terminada la obra, alguien llamó a la puerta de su camerino. Allí apareció Winston Churchill recitando de memoria toda la pieza de Shakespeare. Y enfatizando con guasa las escenas que Wells había recortado del original.

La felicidad según Alfred Hitchcock

Ya sabéis que en este blog somos grandes admiradores de Alfred Hitchcock. Su obra revolucionó el cine, pero lo que más nos cautiva de Hitchcock es su inteligencia, su ternura y su sentido del humor.

Hace unos días una lectora nos regaló este delicioso fragmento de una de sus entrevistas. Un jirón de belleza para Principia Marsupia.

Sr. Hitchcock, ¿cuál es su definición de felicidad?

Un horizonte despejado.

Tener sólo desvelos sobre asuntos creativos y no destructivos… el odio es energía malgastada. 

Soy muy sensible, no puedo soportar las peleas. Una palabra áspera, dicha por una persona cercana, me persigue durante días. Sé que sólo somos humanos y no podemos evitar esas emociones negativas.

Pero cuando las preocupaciones se retiran, y puedes mirar hacia delante y el camino está libre y vas a crear algo: entonces eres tan feliz como un hombre puede llegar a ser.

La Ciencia es Poesía: Somos hijos de las estrellas

¿Conocéis el principio de vuestra historia?

Durante nueve meses estuvistéis en el vientre de vuestra madre. Pero antes, mucho antes, pasásteis millones de años en el vientre de una estrella.

Cada uno de los átomos de carbono que componen el cuerpo de la persona a la que amáis, y el vuestro, se formó en el corazón de una estrella.

Somos, científicamente, hijos de las estrellas.

Después del Big Bang, sólo había átomos de hidrógeno. Esos átomos formaron la primera generación de estrellas, que brillaron durante cientos de millones de años. En su interior se formaron los elementos químicos que sostienen la vida: carbono, oxígeno, nitrógeno. Las estrellas de la primera generación explotaron, esparciendo el polvo cósmico que formaría sistemas solares como el nuestro.

Las tres nubes de gas cósmico que podéis observar en la foto son el embrión de nuevas estrellas. Los astrónomos bautizaron a esa región de la Nebulosa del Águila como «Los Pilares de la Creación».

¿Puedo proponeros algo? La próxima vez que salgáis a pasear, y veáis una estrella en el cielo, parad unos segundos a contemplarla. Quizás, en su interior, se estén formando átomos que un día cobrarán vida. Quizás, dentro de cientos de millones de años, otro ser contemple las estrellas y piense que alguien en el pasado, mientras observaba el cielo, le vió nacer.

Os dejo en la compañía de Neil deGrasse Tyson, astrofísico y director del Planetario de Nueva York,

Cuando miro al cielo por la noche, me estremezco al pensar que somos parte de este Universo, que estamos en el Universo, y quizás más importante aún: que el Universo está en nosotros.

Muchos, al mirar las estrellas, se sienten diminutos porque el Universo es inmenso. Yo me siento enorme porque todos los átomos que me forman vinieron de esas estrellas.

Esta conexión es quizás la necesidad más primitiva del alma humana. Necesitamos sentirnos relevantes, necesitamos sentirnos partícipes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos conectados con el Universo. Por el simple hecho de estar vivos.

¿Quién enseñó inglés a William Shakespeare?

Hoy voy a confesaros un secreto que he guardado durante demasiado tiempo.

Antes, necesito presentaros a un escritor inglés del que quizás hayáis oído hablar,

William Shakespeare introdujo más de 1.700 palabras al inglés. Transformó nombres en verbos, verbos en adjetivos, conectó vocablos nunca antes asociados, añadió prefijos y sufijos e incluso acuñó nuevas combinaciones de letras. También inventó expresiones que hoy forman parte de la conversación ordinaria: «a sorry sight», «for goodness’ sake», «full circle» o «naked truth».

La vida de Shakespeare es una sucesión de gestas colosales. Pero entre todos los hechos relatados en sus biografías, éste es mi favorito:

Entre los 7 y los 14 años, Shakespeare asistió a la «King Edward IV Grammar School», el colegio de su pueblo natal, Stratford upon Avon.

Pensad por un momento lo que esto significa:

Entre 1571 y 1579 existió un ser humano que enseñó inglés a William Shakespeare.

Me imagino al profe de Shakepeare llegando al Cielo y afrontando la ineludible entrevista con San Pedro:

– ¿Y cuáles son sus méritos para reclamar un lugar en el Paraíso?
– Yo enseñé inglés a William Shakespeare.

Aunque, bien pensado, enseñar a escribir al Bardo debió resultar desesperante,

Guillermito, ¿cuántas veces te he dicho que dejes de inventar palabros? ¡Zás! [colleja] ¡No hay Cristo que corrija tus redacciones! ¡Zás! [colleja] ¡For goodness’ sake, Guillermito! [esta última frase debe ser apócrifa pues la expresión aún no estaba inventada.]

Queridos lectores de Principia Marsupia, ¿quieren una receta para disfrutar de la vida? Háganse con una copia de Richard III (aquí) y otra del Oxford English Dictionary (aquí). Olviden este blog. Declamen a Shakespeare en voz alta. Saboreen cada réplica, paladeen las rimas, degusten los juegos de palabras. Dejen su cuerpo vibrar al ritmo del endecasílabo.

Abróchense los cinturones del alma y miren a los ojos de Richard, Lady Anne, Edward y George. Atrévanse a decirles lo que piensan de ellos. Relean la pieza. Descubrirán que sus opiniones han cambiado porque esos cuatro ya no son los mismos. Ustedes tampoco.

Los personajes de Shakespeare nos asustan porque sentimos tras ellos la inmensa presencia de un autor capaz de retratar con infinita nitidez las sutilezas de los afectos humanos.

Shakespeare nos sacude porque descubrimos bajo nuestra carne matizes que él ya conocía.

Si no me creen, escuchen al gran Kurt Vonnegut explicando por qué las historias de Shakespeare escapan la estructura de todos los demás relatos literarios. Hamlet era su ejemplo favorito:

Hamlet es el príncipe heredero. El rey acaba de morir. ¿Buena noticia o mala noticia? Una extraña presencia, que dice ser el espíritu de su padre, le confiesa que su tío le asesinó. ¿Es su padre quien habla o Hamlet se está volviendo loco? No lo sabemos. Hamlet planea matar a su tío, pero se descubre como un jóven demasiado indeciso. ¿Buena noticia o mala noticia? Termina muriendo en un duelo. ¿Va al Cielo o al Infierno? ¿»La Metamorfosis de Kafka» o «Cenicienta»? ¿Buena noticia o mala noticia?

Vonnegut acaba su charla así,

Esta es la razón por la que reconocemos en Hamlet una obra maestra: Shakespeare nos cuenta la verdad. La verdad es que sabemos tan poco sobre la vida que nunca podemos estar seguros de cuáles son las buenas noticias y cuáles las malas.

No creo en Dios, pero el día que muera, me encantaría ir al Cielo para poder preguntarle al encargado: ¡hey! ¿Cuáles fueron las buenas y malas noticias en mi vida?

Kurt Vonnegut falleció el 11 de Abril de 2007. Ese día, Dios le susurró su respuesta al oído.

Y aquí está mi secreto: Dios habla inglés, viste un aro dorado en su oreja izquierda y, durante su tiempo en la Tierra, sus seguidores le conocieron como William Shakespeare, el Mesías de Stratford upon Avon.